La Epístola del Apóstol San Pablo a los ROMANOS



INTRODUCCIÓN
1. Título.

Cuando Pablo escribió esta epístola probablemente no le puso ningún título. Sencillamente era una carta que escribía a los creyentes de Roma; pero posteriormente la epístola llegó a ser conocida como "A los Romanos", Gr. pros romáious, que es el título que se le da en los manuscritos más antiguos. En manuscritos Posteriores este título fue ampliado a "La Epístola de Pablo el apóstol a los Romanos", título que con algunas ligeras diferencias es el que se usa en las versiones castellanas.

2. Paternidad literaria.
Nunca se ha puesto seriamente en duda que el apóstol Pablo sea el autor de esta epístola. Algunos eruditos han sugerido que el cap. 16 quizá no formaba parte de la epístola original enviada a Roma, sino que fue una carta separada enviada a Efeso, donde Pablo había trabajado durante algún tiempo (Hech. 19). Esta teoría se basa principalmente en la extensa lista de nombres que hay en dicho capítulo, y en la suposición de que difícilmente Pablo podría haber conocido a tantos amigos en una ciudad que aún no había visitado. Sin embargo, como la gente afluía a Roma desde todas partes del imperio, es muy posible que el apóstol hubiera tenido muchos amigos en la ciudad capital. Además, todos los manuscritos más antiguos incluyen el cap. 16 como una parte de la epístola. Por lo tanto, los eruditos conservadores modernos dejan la epístola tal como se encuentra ahora.

3. Marco histórico.
Parece evidente que la Epístola a los Romanos fue escrita desde Corinto, en su tercer viaje misionero, durante la permanencia de Pablo de tres meses en esta ciudad (Hech. 20: 1-3). Muchos eruditos ubican esta visita a fines del año 57 y comienzos del 58; pero algunos prefieren una fecha más antigua.
Que la epístola fue escrita desde Corinto es claro por sus referencias a Gayo (Rom. 16: 23; cf. 1 Cor. 1: 14) y a Erasto (Rom. 16: 23; cf. 2 Tim. 4: 20), y por su encomio a Febe, a quien Pablo describe como una creyente que había prestado servicios especiales a la iglesia de Cencrea, el puerto marítimo oriental de Corinto (Rom. 16: 1). Cuando Pablo escribió la epístola estaba por regresar a Palestina, pues llevaba una contribución de las iglesias de Macedonia y Acaya para los pobres que había entre los cristianos de Jerusalén (Rom. 15: 25-26; cf. Hech. 19: 21; 20: 3; 24: 17; 1 Cor. 16: 1-5; 2 Cor. 8: 1-4; 9: 1-2). Después de terminar esa misión, se proponía visitar a Roma, y desde allí continuar con su viaje a España (Hech. 19: 21; Rom. 15: 24, 28). Hasta ese momento no había podido visitar a la iglesia cristiana de la ciudad capital del Imperio Romano, aunque con frecuencia había deseado hacerlo (Rom. 1: 13; 15: 22). Pero ahora creía que había completado sus labores misioneras en Asia y Grecia (cap. 15: 19, 23), y anhelaba proseguir rumbo al oeste para fortalecer la obra en Italia e introducir el cristianismo en España (ver HAp 299-300). Para poder llevar a cabo este último propósito, Pablo deseaba estar seguro del apoyo y la cooperación de los creyentes de Roma; por lo tanto, antes de su visita les escribió esta epístola en la que bosqueja con términos vigorosos y claros los grandes principios de su Evangelio (cap. 1: 15; 2: 16).

4. Tema.
El tema de la epístola es la pecaminosidad universal de los hombres y la gracia universal de Dios, la cual proporciona un camino por el cual los pecadores pueden ser perdonados y también restaurados a la perfección y la santidad. Este "camino" es la fe en Jesucristo, el Hijo de Dios, que murió, resucitó y vive eternamente para reconciliarnos y restaurarnos.

Cuando Pablo escribe esta epístola, su mente está llena de los problemas que han surgido en sus conflictos con los judaizantes. Se ocupa de las cuestiones básicas, y les da respuesta mediante una presentación amplia de todo el problema del pecado y del plan de Dios para hacer frente a esa emergencia. Pablo muestra en primer lugar que todos los hombres -judíos y gentiles- han pecado y continúan alejados del glorioso ideal de Dios (cap. 3: 23). No hay excusa para este alejamiento, pues todos -judíos y gentiles, sin excepción- han recibido algún grado de revelación de la voluntad de Dios (cap. 1: 20). Por lo tanto, todos están, con justicia, bajo condenación. Además, los pecadores son completamente impotentes para liberarse por sí mismos de esa situación, pues en su condición depravada les es absolutamente imposible obedecer la voluntad de Dios (cap. 8: 7). Los intentos legalistas de obedecer la ley divina no sólo están condenados al fracaso, sino que también pueden ser evidencia externa de un arrogante rechazo generado por ajusticia propia de no reconocer la debilidad del hombre y su necesidad de un Salvador. Sólo Dios mismo puede proporcionar remedio, y esto lo ha hecho mediante el sacrificio de su Hijo. Todo lo que se pide del hombre caído es que ejerza fe: fe para aceptar las condiciones necesarias para perdonar su pasado pecaminoso, y fe para aceptar el poder que se ofrece para llevarlo a una vida de rectitud.

Este es el Evangelio de Pablo tal como se desarrolla en la primera parte de la epístola. Los capítulos restantes se ocupan de la aplicación práctica del El evangelio ante ciertos problemas que tienen que ver con el pueblo escogido y con los miembros de la iglesia cristiana.

5. Bosquejo.
I. Introducción, 1: 1-15.
A. Saludo, 1: 1-7.
B. Explicaciones personales, 1: 8-15.
II. Exposición doctrinal, l: 16 a 11: 36.
A. La doctrina de la justificación por la fe, 1: 16 a 5: 21.
1. Justificación alcanzada por la fe, 1: 16-17.
2. La necesidad universal de justificación, 1: 18 a 3: 20.
a. El fracaso de los gentiles, 1: 18-32.
b. El fracaso de los judíos, 2: 1 a 3: 20.
3. La justificación otorgada en Cristo, 3: 21-31.
4. La justificación por la fe: doctrina del Antiguo Testamento, 4: 1-25.
5. Los benditos efectos de la justificación, 5: 1-11.
6. Los efectos de la justificación en contraste con los resultados de la caída de Adán, 5: 12-21.
B. La doctrina de la santificación por la fe, 6: 1 a 8: 39.
1. La muerte al pecado y resurrección a una nueva
2. La liberación del yugo de la ley y del pecado, 6: 12-23.
3. La relación de la ley con el pecado, 7: 1-13.
4. El conflicto entre la carne y el espíritu, 7: 14-25.
5. La vida llena del Espíritu, 8: 1-39.
C. La elección de Israel, 9: 1 a 11: 36.
1. El pesar de Pablo por el rechazo de Israel, 9: 1-5.
2. La justicia del rechazo, 9: 6-13.
3. La voluntad de Dios no debe ser puesta en duda, 9: 14-29.
4. La causa del rechazo fue la falta de fe de Israel, 9: 30 a 10: 21.
5. La restauración final de Israel, 11: 1-36.
III. Aplicación práctica de la doctrina de la justificación por la fe, 12: 1 a 15: 13.
A. El sacrificio que hace el cristiano de sí mismo, 12: 1-2.
B. El cristiano como miembro de la iglesia, 12: 3-8.
C. La relación del cristiano con otros, 12: 9-21.
D. La relación del cristiano con el Estado, 13: 1-7.
E. La única deuda que tiene el cristiano: amor, 13: 8-10.
F. La proximidad de la segunda venida, 13: 11-14.
G. La necesidad de tolerancia mutua entre los cristianos, 14: 1 a 15: 13.
IV. Conclusión, 15: 14 a 16: 27.
A. Explicaciones personales, 15: 14-33.
B. Saludos a varias personas, 16: 1-16.
C. Advertencia contra los falsos maestros, 16: 17-20.
D. Saludos de parte de los compañeros de Pablo y de su amanuense, 16: 21-23.
E. Bendición final y doxología, 16: 24-27.

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